domingo, 23 de octubre de 2011

Paz...

Gran mezcla de emociones, sentimientos y personalidades....
Gran mezcla de situaciones, hechos y lugares.... beneficios y también actividades paranormales....

Todo esto en tan poco tiempo me revuelve el estomago... Quizas no sea normal pero con ello soy feliz. Me hiciste recordar lo que creí haber perdido.


El amor es libre
Con el tiempo, en paz
Y ahora está aquí
Esta vida, este sueño ...

Tu sabes como se siente, pero ... ¿Esta todo en tu mente?
Tu sabes como se siente el ser empujado y tirado a través de su vida
Y a veces parece que hay vida en tus ojos
Y todo lo que sé es que te amo... si te amo.

Y se siente como que estamos volando.
Pero el aire es demasiado ligero y estamos muriendo.
Las nubes alrededor de nosotros nos levantan.
El mundo está muy por debajo en llamas
y yo extiendo mi mano sólo para tocarte
Y todo lo que sé es te amo.
Una visión de una promesa del cielo
Una razón de ser para siempre

miércoles, 5 de octubre de 2011

Desmond Wood II - El Huerfanillo

- ¿Dices que no entiendes?...Simple, voy a contar una historia

<< No faltaba mucho para que terminara aquella fría noche de invierno en un pueblo costero en la región de Galgados. Ahí un niño de cabello negro caminaba tapado en un abrigo de cuero muy grande para su tamaño, arrastrándolo y mirando al frente sin preocuparle lo peligroso que podía ser estar a esa hora caminando por esos lugares.

No, no era un niño estúpido, no era un niño normal tampoco, era un huerfanillo que a sus tres años solo sabía que para poder sobrevivir debía hacer lo posible para poder comer.

Llevaba debajo de su enorme abrigo color marrón, una hogaza de pan bastante dura y fría para poder masticarlo fácilmente a su edad, solamente esperaba encontrar un lugar donde encontrar fuego y poder calentar sus manos y ablandar el pan para poder comer tranquilo.

Pero no era tan fácil, si lo veían en la calle solo, se lo llevarían a un acilo para menores, y él disfrutaba su sacrificada libertad.

Nunca se había cuestionado como fue que llegó a estar en aquella situación, ya que aunque tratara de recordarlo, había algo que se lo impedía.

Según él ese era su primer día de vida, pues no recordaba los anteriores, pero sabía que siempre ha pertenecido a las calles, sabía que su destino era sentir hambre, frío y sueño.

Nunca se preguntó donde estaba su madre, pues no tenía un concepto de lo que era tener una, simplemente tenía una duda: “¿Cómo habré logrado sobrevivir?”

Como aquella noche nadie se encontraba por las calles no logró encontrar fuego, por lo cual decidió alejarse de la ciudad a un pequeño bosque que se encontraba a un par de horas de viaje, caminando no tendría frío, caminando lograría encontrar un refugio entre los árboles.

Como estaba amaneciendo era la hora más fría de la noche y el inexpresivo niño no mostraba rasgo alguno de estar sufriendo.

Siguió caminando y pudo observar como el sol aparecía detrás de las montañas que se podían ver muy a lo lejos…por fin iba a sentir algo de calor.

El niño sin nombre, empezó a recoger unas ramas en el bosque para poder prender fuego, nunca lo había hecho, pero sabía como hacerlo. En no más de 20 minutos tenía una fogata que calentaba su pequeño cuerpo, por lo cual se despojó de su abrigo y lo utilizó como colchón para ablandar el duro suelo y poder descansar un par de horas.

Ya era medio día, y la hogaza de pan no fue suficiente para saturar el hambre de todo un día, algo debía hacer para solucionarlo. Sin entender porque lo sabía, se dirigió a una cueva formada por paredes de frondosos árboles del lugar, dejó ahí el abrigo que durante el día le hacía peso y las cerillas que le sobraron al hacer fuego. Luego comenzó a caminar a la ciudad, el hambre que sentía lo consumía de manera descontrolada, de tal forma que no diviso que estaba adentrándose al paso de las carrozas.

Se escuchó el relinche de desesperación de los caballos que pasaban sobre él, aunque debió ser golpeado fuertemente, no fue así, simplemente vio como la carroza lo atravesaba como si él fuera aire, como si nunca hubiera existido. Se preguntó si estaba muerto, pues no sentía dolor, y entre tanta desesperación el pequeño niño cayó al suelo rendido e inconsciente.

¡Está abriendo los ojos!, yo le dije que estaba vivo, Don Edmond – dijo el vasallo - ¡Por primera vez me alegro que usted se haya equivocado!

- Tienes razón, hombre, al parecer los años de experiencia en la medicina no me sirvieron esta vez – recalca Edmond Wood, un adinerado hombre de grandes lujos, una hermosa mujer, pero sobre todo un gran corazón – Pequeño, ¿Te encuentras bien?

- Si

- Mueve las piernas ¿Te duelen, las sientes?

- Estoy bien…

-¿Cuántos años tienes? ¿Dónde está tu madre?

-No lo…¿Madre?

-¿No recuerdas nada? – Preguntó preocupado el hombre que pudo haber sido responsable de la muerte de un inocente niño - ¿Cuál es tu nombre?

-¡¿Nombre?! – respondió el huerfanillo desesperado por no entender nada de lo que estaba ocurriendo.

- Tranquilo, pequeño. No te haremos daño – afirmó una suave voz que salía de la carroza que se encontraba estacionada a un lado del camino.

Desde una camilla el pequeño niño observó la imagen más bella que ha sentido en su vida, una mujer blanca, cabello oscuro y ojos claros, pocas veces visto en aquel lugar. Se acercaba con delicadeza y elegancia hacia él, mientras sostenía un paño húmedo, el cual posó sobre la cabeza del pequeño – Tienes que descansar, mi pequeño, intenta dormir y mañana te llevaremos a donde se encuentren tus padres.

- ¿Padres…?- alcanzó a responder el niño antes de caer en un profundo sueño.

Pasó un buen momento antes de que el huerfanillo despertara, lo suficiente para que el sol se encontrará bañado por el mar.

El menor se levantó y miro su cuerpo el cual se encontraba en perfecto estado, luego se dedicó a mirar la habitación donde estaba, era una pieza enorme, con un colchón de plumas tan grande como nunca pudo imaginar. Él se encontraba desnudo, pero ropa de su tamaño se encontraba doblada en los pies del blando colchón. Se vistió, se pudo observar por primera vez en un espejo y notó todos su rasgos, su nariz puntiaguda, ojos tan oscuros que parecían opacar la luz del alrededor, el cabello ahora lo tenía cortado, pero despeinado, casi tan oscuros como sus grandes ojos que resaltaban sobre su blanca piel.

Se dirigió hacia la puerta y la abrió, se sentía seguro en aquel lugar, por lo cual simplemente camino por el largo pasillo que se le impuso, llegando a una mesa en donde Edmond Wood y la hermosa Simone se encontraban bebiendo unas copas de vino.

- Al parecer estás en buen estado – dice el señor Edmond, parándose de la mesa para revisar de cerca el buen estado del niño – Por favor toma asiento, te servirán comida y podrás volver a tu casa apenas quieras.

- Gra…cias – Respondió el pequeño muy extrañado de la buena atención que recibía.

- ¿Cuál es tu nombre pequeñito? – Preguntó Simone con una hermosa sonrisa en su rostro, simulando la tristeza que sentía en su corazón al pensar el porque un niño tan pequeño iría caminando en aquel estado por la carretera.

- Nombre… Nunca he tenido un nombre. Todos siempre me tratan de… la verdad ustedes son las primeras personas con las que he hablado.

- Hablas muy bien para tu edad - dice sorprendida Simone – ¿Pero tus padres no te pusieron un nombre?

- Puede ser, pero la verdad que nunca me lo había preguntado, no llevo mucho tiempo en este lugar y no recuerdo haber tenido alguna vez una madre o padre – dice mientras se sentaba sobre una alta silla que lo ayudaba a alcanzar la mesa.

- ¿pero como es que haz llegado acá? ¿Quien te ha dado de comer todos estos días? – pregunta extrañado el caballero Edmond.

- No llevo mucho tiempo acá como dije, no recuerdo donde estaba antes, pero nunca necesité comer, o eso creo – dice el niño mientras comía sin mostrar rasgo alguno de preocupación.

- Bueno, te quedarás con nosotros mientras no sepamos donde están tus padres, intentaré hacer lo posible para llevarte con ellos – trató de asegurar el hombre.

- No es necesario, puedo sobrevivir solo, nunca encontrará a mis padres, porque creo que nunca los he tenido, pero muchas gracias de todas formas.

- Ed… que se quede con nosotros, no permitas que se valla.

- Si, pequeñito, no podemos permitir que salgas a la calle por ti solo. Es mi responsabilidad haberte atropellado con la carroza y mientras no recuerdes nada de tu pasado, me encargaré de cuidarte como si fueras mi hijo. Mientras tanto haré lo posible

Por encontrar a tus padres.

Así fue como traspasó el tiempo sin saber nada de los padres del pequeño a pesar de las miles de monedas de Oro que Sir Edmond Wood invirtió en investigación privada, la cual claramente no tuvo éxito.

Simone a los tres meses de que el huerfanillo empezará a vivir con ellos quedó embarazada del señor Edmond y tendrían al pequeño Simón, un hermoso bebé que crecería con grandes lujos.

Edmond comenzó al poco tiempo a querer tanto como a un hijo al pequeño niño, es por lo cual le puso el nombre de Desmond…Desmond Wood, el cual debió ser el nombre de su primer hijo, el cual murió antes de nacer junto a su madre, la antigua mujer del señor Edmond.

El pequeño Desmond, al aparentar tener 4 años, aprendió a leer y escribir, gracias al señor, el cual él ya lo conocía como su padre y lo apreciaba como tal.

Al nacer Simón, la vida de esa peculiar familia era muy buena, el corazón bondadoso de Edmond, la tranquilidad y cariño de Simone, junto con la perspicacia del pequeño Desmond daban a aquel hogar un ambiente muy grato para vivir.

Es por lo cual el señor Edmond decidió invitar formalmente a todos sus amigos a una enorme cena para celebrar, ese día había nacido su hijo menor, pero también era el aniversario de cuando el introvertido Desmond había llegado a sus vidas.

La cena fue perfecta, no hubo ningún inconveniente, los acomodados amigos y amigas de la familia Wood se encontraba muy conmovida con la historia de Desmond y lo trataban con gran respecto. Pero aquel respeto no era solo por la cantidad de dinero que la familia poseía sino porque a veces la mirada de Desmond era profunda e intimidante, tanto así que imponía respeto a su corta edad.

Pasó otro año más, Desmond aprendió matemáticas básicas, lo más esencial de la ciencia y en especial lo importante que era la religión católica y su iglesia. Para su padre adoptivo era muy agradable enseñarle, pues aprendía rápidamente y mostraba gran interés por saber cada vez más. El pequeño Simón ya tenía un año de vida y Desmond se mostraba más desarrollado a pesar de tener solo 5 años aparentemente. Nuevamente el padre de la familia decidió celebrar “como correspondía” según él: “con una gran cena donde vengan todos nuestros amigos y sus familias”

La abundante cena nuevamente se efectuaba de manera muy alegre, cuando de repente el señor Edmond Wood decide dar unas palabras.

Amigos y amigas, sacerdote y queridos hermanos, muchas gracias por haber asistido a esta formidable fiesta que sin ustedes no pudo haber sido posible. Tengo la suerte de que todos ustedes son grandes amigos y me puedo jactar frente a los demás de que he sentido lo que es la verdadera amistad. Pero sobretodo me puedo jactar por que he sido tocado por el amor, el amor de mi querida y hermosa mujer Simone que ya es madre de dos hermosos hijos, el pequeño Desmond que a pesar de no tener mi sangre lo amo como todo padre ama a su hijo y el pequeño Simón que hoy cumple un año de vida y se ve sano y fuerte, listo para crecer y aprender.

Es por lo cual quiero hacer un brindis por mi querida mujer que se encuentra aquí a mi lado, siempre acompañan…”

De repente el discurso del señor Edmond fue interrumpido por el grito de una de sus “amigas”, se encontraba desesperada, pues de la mecedora en donde se encontraba Simón comenzó a brillar a rojo vivo como si se encontrara prendida en fuego.

Nadie entendía que sucedía pero el pequeño Simón estaba muy feliz riéndose con sus manitos prendidas en fuego como si jugara con las llamas. Carcajadas resaltaban de sus labios rojos, mientras en sus diminutos ojos se veía el calor que absorbía y le impedía sentir dolor.

“¡Es un demonio!”, “¡Está maldito!”,”¡Sálvame señor!” son una de las pocas frases que se escucharon en ese minuto. Todos corrieron asustados, gritando y maldiciendo a todos los que los rodeaban. Pero ahí quedo la familia, juntos observando al pequeño Simón sin saber que hacer. Los cuatro en un profundo silencio que apretaba sus corazones.

Sin más pensarlo, el señor Edmond ordenó a sus sirvientes que preparan rápidamente la carroza, debían armar las maletas rápido y huir lo más lejos posible para mantener a salvo al pequeño Simón que la inquisición mandaría a matar apenas se propagaran los rumores.

La hermosa Simone lloraba por la desesperación de que podrían matar a su hijo menor, el pequeño Desmond muy asustado no mostraba ningún rasgo de preocupación, pero tampoco de no estarlo, simplemente… no existían expresiones en su rostro. El señor Edmond tomó unas bolsas de oro y ordenó a los 4 caballos que corrieran a toda velocidad a fuera de la ciudad, pero ya era muy tarde, pronto los estarían persiguiendo.

La blanca y grande carroza avanzaba a toda velocidad por el rocoso camino que traspasaba el bosque, el pequeño Desmond sujetaba a su hermano adoptivo en sus brazos, mientras Simone se preocupaba de guardar debajo de su vestido una pequeña daga que esperaba nunca tener que utilizar, pero sabía que era capaz de cualquier cosa con tal de proteger a sus dos hijos.

Poco a poco empezó a sentirse los pasos y relinches de muchos más caballos que lo rodeaban. El pequeño Desmond miró por la ventana y observo como por lo menos 5 caballeros de armaduras y caballos blancos los rodeaban y cada uno en sus manos sostenía grandes espadas con forma de cruces.

La velocidad de los cuatro caballos negros de la familia Wood llegó a tal punto que la carroza no pudo contener el equilibrio y se volteó bruscamente en donde de alguna forma Desmond y su hermano en brazos fueron arrojados muy lejos, atravesando árboles y cayendo lejos del camino en un claro que a simple vista no observaba.

El pequeño Desmond tapó la boca de Simón, no entendía como logró llegar a ese claro tan rápidamente sin hacerse daño. Luego de pasar el susto se escondió detrás de un árbol y guardó silenció, eso lamentablemente le permitió escuchar como le gritaban a sus padres y luego ambos se callaron rápidamente, los dos estaban muertos, Desmond lo sabía y aunque estaba sufriendo su rostro seguía sin decir nada.

Ya había transcurrido dos años desde la última vez que durmió en el suelo y sin techo, él sabía que lo podría soportar, pero ¿como lo haría con su hermano que tanto quería?

Amaneció nuevamente, era muy probable de que los estarían buscando, por lo cual no podía volver a la cuidad, pero necesitaba comer. Tendría que hacer su primer sacrificio, debía alimentar a su hermano, conseguirle leche y algo suave que pudiera tragar, es por lo cual rompió su pequeña camisa y con ella abrigó al pequeño Simón. Luego lo intentó hacer dormir y lo dejó en el bosque memorizando el lugar donde estaba.

Corrió desesperadamente hacia la ciudad y entró a la feria, donde logrando que nadie lo viera hurtó pan, leche y unas manzanas. Lo hizo tan naturalmente que nadie sospechó de él. Luego consiguió que un caballero le regalara un saco viejo y volvió rápidamente donde Simón para alimentarlo.

De aquella manera comenzó nuevamente su vida de sufrimiento y hurtos, pero lo que más lamentaba era que ahora ese mismo sufrimiento lo tendría su hermano menor, por lo cual emprendió su viaje hacia otra ciudad, cualquiera que no fuera en donde se había criado.

Desmond, serio, caminaba con su hermano en brazos, pensando en como haría para poder cuidarlo, como haría para alimentarlo. Su corazón se apretaba repentinamente y el aire se le acababa con tan solo pensar que nunca más podría ver a sus padres adoptivos y que Simón no iba a tener una buena vida, rogaba a Dios que no le diera el mismo castigo a su hermano, pues él era inocente, pero no podía asegurar lo mismo de si.

Debía llegar rápidamente a algún río para poder conseguir agua y quizás pescar algo, pero con las manos sin herramientas necesarias sería tarea muy complicada, por lo que optó por lo menos complejo, es decir: robar.

Comenzó a caminar por el paso de las carrozas con Simón cubierto en ropaje para que no lo vieran a simple vista, esperaba que a alguien le llamara la atención que un niño caminara solo y lo llevara a la ciudad. Al par de horas de ir por el camino un carruaje se detuvo.

- Oye pequeño, que haces caminando tan lejos del poblado– dijo un hombre de gran barba blanca desde adentro del carruaje.

- Voy caminado a la ciudad – responde Desmond sin saber el nombre de la ciudad más cercana – Tengo que dejar este paquete.

- ¡Pero eres un poco joven para trabajar como mensajero! Por favor entra a mi carroza y me cuentas lo que andas haciendo en el camino.

Al subir a la carroza, Desmond le “confesó” al hombre de buena voluntad que debía llegar rápidamente a la ciudad porque tenía que ir a dejar la cura para la enfermad negra para un niño de dos años y que lamentablemente el carruaje que lo llevaría se averió, pero él no podía defraudar a la familia compradora de la cura así que sin autorización de su maestro emprendió viaje.

- Pero niño, disculpa no me sé tu nombre ¿Hace cuanto que no comes?

- La verdad es que no como desde ayer en la noche.

- Lamentablemente no tengo nada de alimento que darte, pero… – Mientras saca una pipa y tabaco de una caja – Fuma un poco y verás que el hambre te pasará, aunque no te dejes engañar, pues si no comes te enfermaras.

- Fumar…nunca he fumado señor – confiesa Desmond mientras recibía la pipa con el tabaco, junto a unas mechas que le permitiría prender la pipa, todo guardado en una pequeña bolsa que se podía amarrar al cinturón.

- Tranquilo, fuma mientras tanto y en un par de horas pasaremos por una posada en donde me encargaré que comas.

- Muchas gracias…señor.

Desmond intentó prender la pipa y le resultó bastante fácil, pero entre todo el enredo de sacar la pipa, rellenarla con tabaco y prenderla se olvido de sostener firmemente a su hermano, por lo cual se tambaleó fuertemente y el niño comenzó a llorar.

- No me contaste que ibas con un bebé en ese paquete – Dice el hombre con voz sería mientras conducía el carruaje.

- Es… es mi hermano menor la verdad. Y en realidad voy a la ciudad a buscar la cura, pues la enfermedad la tiene él – Mientras lentamente apagaba la pipa para guardarla en la bolsa.

- ¡Pero Desmond, nunca me dijiste que andabas con tu hermano en brazos!

Desmond sin pensarlo dos veces terminó de amarrar la bolsa de tabaco en su cinturón y saltó del carruaje y corrió a toda velocidad afuera del camino, con el fin de que el hombre no los siguiera a caballo, sabía que lo estaba buscando, porque nunca le había dicho su nombre.

- ¡Vuelve aquí muchacho! – Grita el viejo eclesiástico mientras desenvainaba una espada y detenía rápidamente el carruaje para perseguir a Desmond - ¡Si me entregas a ese niño podré dejarte vivir!

Desmond no lo pensó y corrió tan rápido como pudo hacia el pequeño bosque que encontraba hacia la costa del camino. El hombre atrás de él a pesar de su larga edad aparente era muy rápido, más rápido que una persona normal. Y mientras corría se escuchaba como su voz se elevaba fuertemente por los aires distorsionándose como si muchas personas hablaran lo mismo al mismo tiempo y resonara como eco entre los árboles.

- ¡Regresa con el demonio, Desmond!

La velocidad del hombre comenzaba a ser mayor cada segundo que pasaba. Desmond no lograría escapar de él fácilmente, y entre la desesperación no se percató que el camino se le acababa y que chocaría inminentemente contra los árboles, pero no fue así. Su cuerpo lo sintió más ligero y en sus brazos seguía sosteniendo al pequeño Simón, aunque ya no lo sentía del todo, se sentía vació físicamente y el hambre y sueño había desparecido, pero a pesar de todo no pudo dejar de correr atravesando los árboles. Al llegar al otro lado se dio cuenta de que su cuerpo estaba de forma incorpórea, no podía controlarlo y al cabo de unos segundos vio como los árboles de su alrededor se desplomaban en el suelo como si fueran simples ramas. Ahí se encontraba el viejo frente a ellos con sus ojos bañados en luz blanca.

Desmond corrió nuevamente pero de vuelta a donde se encontraba la carroza, pero esta vez acortando camino entre los árboles, no sabía como había logrado atravesarlos, pero si entendía que ahora también lo buscarían a él.

Subió al carruaje y concentrándose volvió a su forma normal, luego posó rápidamente a Simón en una banca e hizo partir a los caballos a toda velocidad. Se había librado de uno de sus perseguidores, pero no por mucho.

Viajó durante largas horas, y al rato ya entendía como manejar a los caballos, se le hizo más fácil de lo normal, pues estos caballos llevaban tiempo viajando por las mismas rutas y las conocían a la perfección.

A los 5 años de vida, un niño normal no podía soportar tanta presión, pero el huerfanillo Desmond Wood no era un niño normal.

Transcurrió un año completo, donde el pequeño Wood se preocupó de robar comida, viajar por la región, llegando hasta la capital de Galgados, Hecate.

También con el tiempo intentó entender más su habilidad, llegando al punto de que la podía controlar, pero luego debía dormir unas cuantas horas para recuperar toda la energía gastada y lamentablemente ya no le era posible volverse intangible con su hermano en brazos, solo podía volver intangible cosas materiales que le pertenecían, pero no más seres vivos, quizás con el tiempo desarrollaría esa habilidad con más precisión.

El pequeño Simón, por otro lado, ya tenía dos años y conocía algunas palabras, caminaba por si solo torpemente, podía comer y afortunadamente era muy tranquilo y no le traía muchos problemas a Desmond.

Fue una noche cuando Desmond decidió descansar en un edificio de tres pisos abandonado en Hécate, ahí encendió una pequeña fogata con sillas y libros destruidos que encontró, prendió la pipa como lo hacía comúnmente en las noches para pasar el frió y luego de darle de comer a Simón lo hizo dormir.

Al acabarse el tabaco de la pipa, pensó en rellenarla, pero no lo hizo, pues prefería dormir. Desmond aún tenía tabaco desde la vez que robó el carruaje, pues ahí encontró grandes cantidades junto a varias raciones de comida preparada para un viaje. Desafortunadamente tuvo que abandonar el carruaje y los caballos para que no lo persiguieran a donde fuese que se dirigiera.

El hermano mayor abrazó al pequeño y comenzaron a dormir profundamente después de encargarse de apagar todo el fuego. Y fue esa misma noche cuando Desmond tuvo una de las peores pesadillas de su vida, veía como su padre y su madre eran torturados constantemente por hombres vestidos completamente de blancos exigiéndoles información de donde se encontrarían ellos, luego toda la imagen se opacaba como si las sombras absorbieran todo lo que lo que rodeaban. La oscuridad parecía tener vida mofándose de la luz que lloraba de no poder mostrarse más. Desmond sentía el sufrimiento de la luz, pero sentía más el placer de las sombras.

De repente sintió el grito de su hermano llorando: ”Desmond Ayuda…Miedo”

Los ojos del pequeño huerfanillo se abrieron rápidamente y se encontraba abrazando a Simón. Ya era de día y no se encontraban donde se habían dormido, sino estaba pegado a la pared del edificio, pero por fuera. Algo extraño sucedía con Desmond, sombras salían de sus extremidades que le permitían permanecer firme contra la pared sin necesidad de esforzarse, abrazaba a su hermano para que no se cayera, pero ya era muy tarde, la gente los había visto y los apuntaban maldiciéndolos. Corrió por la pared llegando rápidamente al techo e intentó huir.

Con el pequeño Simón en brazo, saltó de techo en techo por la capital intentando llegar lo más rápido posible a un lugar donde esconderse, pero rápidamente flechas comenzaron a volar intentando golpearlo.”Maten a los malditos” se escuchaba por todas partes, pero Desmond era más rápido que las flechas.

Fue cuando ocurrió lo menos esperado para el huerfanillo, su hermano bañado en miedo comienza a prenderse literalmente en fuego quemando fuertemente a Desmond, el cual por reacción tuvo que soltarlo y en ese instante una flecha se entierra en el hombro del pequeño Simón dejándolo automáticamente inconciente.

-¡Simón, resiste por favor! – Mientras lo sostenía sin importarle que su ropa aún estaba prendida en fuego.

En no más de diez segundos, Desmond sintió como más de 8 inquisidores de blanco lo rodeaban. No quedó más remedio que rendirse.

Lo amarraron fuertemente y lo golpearon brutalmente hasta que sintió que sus huesos se quebraban, luego los metieron en una bolsa y Desmond perdió la conciencia, al igual como lo había hecho su hermano.

El pequeño Desmond no supo cuanto tiempo después despertó, y como estaba vendando lo único que notó fue que estaba dentro de un carruaje.

-¿Qué haremos con estos dos enanos? – Dijo una voz.

-Al mayor lo mataremos, pero queda claro que al menor lo llevaremos para que trabaje para nosotros, aún esta en buena edad para que nos sea útil.

-¿Esas son las ordenes?

- Así es, así que dirijámonos hacia el templo y procesamos rápido al mayor.

Entonces fue ahí cuando Desmond realizó el peor error de su vida, hizo algo que se ha arrepentido por el resto de su vida. Abandonar a su hermano.

Se concentro por unos minutos y logró tomar su forma intangible, a los segundos se encontraba desamarrado en el suelo, pero su hermano se alejaba con los inquisidores.

El huerfanillo con sus huesos rotos lloró por primera vez en su vida al ver como se llevaban a su querido hermano y juró hacer lo posible por rescatarlo>>

- Bueno…Ese pequeño huerfanillo, soy yo… yo soy Desmond Wood. ¡¿Dónde está mi hermano, Lord Askul?!